Al mal tiempo, buena cara.
¿Quién no ha experimentado ya en diversas ocasiones la diferencia que hay entre afrontar un mismo hecho con una u otra actitud?
La actitud tiene que ver con el talante con que nos enfrentamos a la vida y a sus acontecimientos. En ciertas ocasiones no tendrás más remedio que vivir lo que se presenta, sin poder elegir algo que te convenga más. Sin embargo sí tienes poder de decisión en cuanto a la actitud con la que encaras esa situación. Y es precisamente esta elección la que determinará tu realidad.
"Nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira", escribía el poeta Ramón de Campoamor.
No existe una sola realidad. Existe la de cada uno, y la tuya no es forzosamente la misma que la de tu vecino. ¿Qué diferencia tu realidad de la del resto? Fundamentalmente tu actitud, es esta la que va a marcar la diferencia.
Un mismo acontecimiento puede ser un regalo para unos y una maldición para otros. Un día de lluvia, de moderada a fuerte, para el agricultor puede ser motivo de alegría. Sus cultivos necesitan agua para su crecimiento. Ese mismo día de lluvia no es necesariamente deseable para un pescador, ya que es altamente probable que los peces se vayan hacia el fondo del agua y que tenga que regresar a casa sin haber pescado un solo pez.
Por lo tanto no es el hecho en sí lo que te hace más o menos feliz , sino el significado que tú le das, que tiene que ver con tus creencias y con tu actitud. Vivir las cosas que suceden con una actitud negativa es sinónimo de malestar e infelicidad. Sin embargo tal vez no estés al corriente de hasta qué punto una actitud de este tipo puede tener repercusiones no deseadas a nivel fisiológico y psicológico.
Existe una región del sistema límbico, la amígdala, que tiene un elevado nivel de participación en la respuesta emocional. Ante una amenaza, activará mecanismos de supervivencia, tanto si la amenaza es real como si tú la percibes como tal.
Los pensamientos negativos acerca de un hecho cualquiera tienen lugar en el lóbulo frontal del cerebro y van a activar la amígdala, que pondrá en funcionamiento todo un sistema de alarma, el sistema nervioso parasimpático. Las glándulas suprarrenales segregarán cortisol, una hormona que se libera en situaciones de estrés y que, mantenida en el tiempo daña los tejidos del cuerpo. Estar implicado en una conversación negativa, por ejemplo, altera químicamente la sangre. Asimismo, llegará poca sangre a la parte frontal del cerebro, puesto que la activación del mecanismo de alarma provoca que esta vaya a otros lugares que en ese momento lo necesitan más, como por ejemplo los músculos. Y es entonces cuando afecta a la lucidez y a la creatividad, entre otras.
Las sensaciones negativas generadas producen a su vez más pensamientos negativos, hasta que llega un momento en que lo que comenzó como una sensación de malestar se ha convertido en una sensación de abatimiento absoluto. Se crea, por lo tanto, un círculo vicioso del que resulta difícil salir. El problema no está en tener una emoción negativa, sino en quedarse atrapado en ella y mantenerla y alimentarla con actitudes y pensamientos negativos.
Creo que después de todo esto no es necesario que te hable de los beneficios que tiene tener una actitud positiva frente a los acontecimientos.
¿Cómo trabajar las actitudes? Muchas de ellas responden a creencias mantenidas en el tiempo y a automatismos alimentados durante años. Por lo tanto, como siempre digo, escogiendo pequeñas acciones que te llevarán a otras mayores. Te voy a poner un ejemplo. Supongamos que eres de los que siempre se queja en cuanto ve que empieza a llover. Te propongo que empieces por comprarte un bonito paraguas y unas botas de agua que te gusten. Eso es una pequeña acción enfocada a un cambio de actitud, y cuya exitosa ejecución te llevará a acciones mayores de mayor trascendencia.
Aquí te dejo unas palabras inspiradoras de Rabindranath Tagore, poeta filósofo belgalí y premio Nobel de literatura:
"Que yo rece, no para ser preservado de los peligros,
sino para encararlos de frente.
Que yo no pida, de ninguna manera
el apaciguar de mi sufrimiento,
sino el coraje necesario para superarlo.
Que yo no cuente, de manera alguna,
con los atajos en el campo de batalla de la vida
sino con mi propia fuerza.
Que yo no implore, de manera alguna, con miedo, para ser salvado,
sino que tenga fe en la paciencia para conquistar mi libertad."
Recuerda también que siempre puedes contactarme si necesitas que te ayude con la fascinante tarea de mejorar tu vida. Para más información puedes consultar mi web www.lorenapiorno-coaching.com